Cómo sobrevivir al fin de curso (y salir reforzados en el intento)
¡Estimados lectores y lectoras! Ya estamos ya en la recta final del curso. Hoy en el blog tenemos a la psicóloga Sonia Martínez para darnos herramientas y pautas sobre «cómo sobrevivir al fin de curso y salir reforzados en el intento». ¿Qué opináis sobre este tema? Os comparto sus palabras.
Cada año, cuando llega junio, el ambiente se carga de nervios, expectativas y decisiones importantes. Familias y profesores se encuentran frente a agendas repletas, exámenes finales, notas decisivas y reuniones en las que se determina gran parte del futuro inmediato de los más jóvenes.
Y en medio de esta vorágine, están nuestros hijos e hijas, absorbiendo esa tensión emocional casi sin que nos demos cuenta. Como psicóloga y directora de los Centros Crece Bien, sé bien que este periodo, aunque exigente, puede transformarse en una maravillosa oportunidad para fortalecer la conexión emocional entre familias, profesorado y estudiantes. Vamos a descubrir cómo lograrlo juntos.
El espejo emocional de los hijos
Primero, es importante recordar algo fundamental: nuestros hijos reflejan nuestras emociones como espejos. Si estamos tensos o angustiados por las notas o los resultados, ellos captarán esa ansiedad, aunque no digamos ni una palabra.
Por ello, es imprescindible mantener la calma y mostrar confianza. Podéis utilizar frases como:
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“Pase lo que pase, lo importante es que lo has intentado y has aprendido muchas cosas nuevas”.
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“¿Qué te ha hecho sentir orgulloso este curso, aparte de las notas?”
Estos mensajes ayudan a cambiar el foco: en lugar de poner toda la atención en el resultado académico, nos centramos en los logros personales, en el proceso, en el crecimiento.
¿Y si el curso no ha ido como esperábamos?
No todos los años son brillantes. Habrá cursos en los que nuestros hijos traigan notas más bajas, problemas de comportamiento o simplemente un desgaste emocional acumulado.
Este es el momento ideal para practicar algo que muchas veces se olvida en educación: la compasión. En lugar de frases como “¿Qué ha pasado contigo este curso?” o “Esto no puede seguir así”, podemos optar por un enfoque más constructivo:
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“He notado que este año te ha costado más, ¿quieres que pensemos juntos cómo hacerlo mejor el que viene?”
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“Sé que no ha sido fácil. Estoy aquí para ayudarte, no para juzgarte.”
La autoestima de nuestros hijos no debería depender de un boletín de notas, sino del apoyo constante que sientan a su alrededor.
Las reuniones de fin de curso: más que un trámite
Las reuniones entre padres y profesores de final de curso, lejos de ser un trámite incómodo, son un momento clave para construir puentes.
Para las familias, es útil asistir con una actitud abierta y preguntas claras como:
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“¿En qué áreas concretas ha mejorado mi hijo y cuáles necesitan más apoyo?”
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“Queremos trabajar en equipo, ¿cómo podemos hacerlo mejor el próximo año?”
Por su parte, para los profesores es crucial comenzar estas reuniones resaltando aspectos positivos específicos del alumno, como:
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“Me encanta cómo se ha esforzado en mejorar su participación en clase”.
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“He visto grandes avances en su actitud hacia los compañeros”.
Y cuando haya que comunicar situaciones difíciles, se puede utilizar una comunicación empática:
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“Entiendo que esto puede ser difícil de escuchar, pero juntos podemos encontrar soluciones”.
Este tipo de mensajes abren la puerta al diálogo, a la cooperación y, sobre todo, al respeto mutuo.
Somos un equipo: reforcemos esa alianza
Recordemos siempre que profesores y familias formamos un equipo indispensable. Este fin de curso puede ser un momento perfecto para reforzar esa alianza, que a menudo se resiente por la rutina o por pequeños malentendidos acumulados.
Podemos hacerlo con algo tan sencillo como expresar agradecimiento mutuo:
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Familias: “Gracias por todo el apoyo que le has dado a mi hijo este curso”.
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Profesores: “Se nota el apoyo que le brindáis desde casa, gracias por acompañarnos en esta tarea”.
Este tipo de reconocimiento genera un clima emocional positivo y prepara el terreno para el año siguiente.
También es buen momento para establecer compromisos simples, como:
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“Vamos a mantener una comunicación más frecuente desde el inicio del próximo curso”.
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“Intentaremos reforzar juntos la organización diaria en casa y en clase”.
Estas pequeñas acciones pueden marcar una gran diferencia en el bienestar de los niños y adolescentes.
Preparar emocionalmente el cierre y el fin de curso
No olvidemos que el final del curso no solo es académico, también es emocional. Hay despedidas, cambios, rupturas de rutina. Para muchos niños supone decir adiós a su grupo, a su profe favorito, o incluso a un colegio si cambia de etapa. Es importante validar esas emociones.
Frases como:
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“Es normal que te sientas raro al terminar el curso, todos necesitamos un tiempo para adaptarnos”.
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“Aunque termines esta etapa, todo lo que has vivido se queda contigo como aprendizaje”.
Estas expresiones ayudan a los niños a nombrar lo que sienten y dar un sentido positivo a los cambios. En casa, se pueden preparar pequeños rituales de cierre: una cena en familia, escribir juntos una carta de despedida del curso, o hacer una lista de “cosas buenas que me llevo de este año”.
¿Y el verano? El gran aliado emocional
El verano no es solo un descanso académico, es un momento ideal para fortalecer el vínculo familiar y trabajar habilidades emocionales de forma más natural. No se trata de llenar la agenda con actividades, sino de aprovechar el tiempo compartido para escuchar, conversar y también aburrirse juntos.
Planificad momentos tranquilos, sin pantallas, sin prisas. A veces, en una simple caminata o una cena sin interrupciones, aparecen conversaciones valiosas que no surgen en el día a día. Escuchar a nuestros hijos sin interrumpir, sin corregir, simplemente estando presentes, es uno de los mayores regalos que podemos darles.
Cuidar también a los adultos
Este cierre de curso puede ser agotador también para padres, madres y educadores. No solo acompañamos a los niños, también gestionamos nuestra propia carga: trabajos, decisiones escolares, organización del verano, y emociones que van desde el alivio al cansancio, pasando por la incertidumbre.
Permitámonos también sentir y descansar. Reconozcamos que lo hemos hecho lo mejor posible. Si sentimos que algo no ha salido como esperábamos, podemos preguntarnos: “¿Qué me gustaría hacer diferente el año que viene?” y dejar que esa reflexión sea la semilla para mejorar, no una culpa que arrastrar.
Un cambio de mirada: educar más allá del boletín de notas
Este final de curso es una gran oportunidad para cambiar el foco. Educar no es solo aprobar asignaturas, sino formar personas emocionalmente fuertes, responsables, con capacidad de superarse, pedir ayuda y colaborar. Y ese aprendizaje ocurre también —y sobre todo— en los momentos difíciles.
Así que, si las notas no son las mejores, no dramatices. Busca qué se ha aprendido más allá del currículum. Pregunta a tu hijo o hija:
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“¿Qué fue lo más difícil que superaste este año?”
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“¿De qué estás más orgulloso/a, aunque no salga en las notas?”
Ahí está el verdadero crecimiento.
El valor de terminar: cerrar ciclos y abrir otros nuevos
En psicología sabemos que cerrar bien un ciclo nos permite abrir el siguiente con más motivación y menos ansiedad. Por eso, el final de curso es también una oportunidad para enseñar a los niños a hacer balance, a despedirse, a cerrar con gratitud y prepararse con ilusión.
Haz una lista con tu hijo de:
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Tres cosas que quiere recordar siempre de este curso.
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Dos retos que consiguió superar.
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Una cosa que quiere mejorar el próximo curso.
Este sencillo ejercicio genera conciencia emocional, sentido del logro y proyección futura. Es un cierre con sentido.
Para los adolescentes: una etapa con otros retos
En el caso de los adolescentes, este final de curso tiene un matiz diferente. La presión social, las expectativas familiares, las decisiones académicas y personales pesan más. Es vital ofrecerles un espacio de confianza donde puedan expresar sin miedo sus dudas, miedos o frustraciones.
Frases como:
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“Sé que este año ha sido duro, y estoy aquí para escucharte, no para juzgarte”.
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“Confío en tu capacidad para decidir. Podemos pensar juntos si lo necesitas”.
Acompañar a un adolescente no es dirigirlo, es caminar a su lado con respeto y presencia.
Cierre: que el fin de curso no sea un punto y final
Así que, ánimo, madres, padres y profesores. Que este final de curso sea mucho más que una despedida. Que sea un espacio para crecer, para unirnos, para aprender cómo afrontar los retos juntos. Para recordar que no estamos solos y que siempre podemos mejorar, apoyarnos y construir nuevas formas de educar.
Permitámonos vivir este cierre no como una carrera de obstáculos, sino como el momento ideal para fortalecer la relación emocional con nuestros hijos, con sus profesores, y con nosotros mismos.
Que el final de curso sea el inicio de un vínculo emocional fuerte y duradero.
¿Qué os han parecido las palabras de Sonia sobre el fin de curso? ¡A mí me han resultado súper útiles! ¡Espero que a vosotros también! Si queréis saber más sobre ella, os dejo por aquí sus redes sociales.
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